En vísperas del «combate del siglo» entre “Money” Mayweather y Manny “Pacman” Pacquiao, publico esta breve nota sobre un libro magnífico de Loïc Wacquant, sociología y antropología aplicada al boxeo. Boxeo en esencia y como vehículo de salvación más que como espectáculo millonario.
Breve recomendación literaria para la revista Granite & Rainbow. Número 30
Título: Entre las cuerdas, cuadernos de un aprendiz de boxeador.
Autor: Loïc Wacquant
Editorial: Siglo XXI
Año: 2006
Género: Ensayo
Wacquant, sociólogo francés, colega de Pierre Bourdieu, decide realizar un estudio sobre el ghetto en Chicago; por «rebeldía y casualidad» termina relacionándose con los chicos del gimnasio de Woodlawn Boys Club de la calle 63. En la fábrica del boxeador, va más allá del trabajo de campo, entiende el boxeo como experiencia colectiva dentro de la miseria del ghetto, como lugar catárquico donde los chicos entrenan para no pensar, para alejarse de las calles y para entrenar más. Wacquant boxea, termina formando parte de los «chicos de DeeDee», el único blanco que lo logra aunque como comenta DeeDee: «los negros siempre hemos sentido simpatía por los franceses». Actúa como un antropólogo, toma notas, tira fotografías, realiza grabaciones y lo lleva más allá hasta que se convierte en uno de ellos, donde la actividad académica es algo tedioso, sin alma, y necesita de la simbiosis del gimnasio, necesita trabajar las piernas y golpear el saco. Necesita golpear y que le golpeen. Este ensayo muestra lo mejor de varios aspectos: metodología antropológica, análisis de la depresión económica urbana en los afroamericanos y narrativa pugilística. Es mejor incluso que la narrativa pugilística, ya que este ensayo lejos de excentricidades millonarias y egos de púgiles desclasados, enseña lo mejor del boxeo: sacrificio, superación, sufrimiento y la representación individual, entre las cuerdas, de un duro trabajo colectivo. Boxear es la mejor de las decisiones, donde ha abandonado el estado llegan las bandas callejeras, los narcotraficantes y el hampa, dentro del gimnasio se está a salvo.
El boxeador es un «engranaje» vivo del cuerpo y del espíritu, que desdeña la frontera entre razón y pasión, que hace estallar la oposición entre la acción y la representación y, al hacerlo, constituye la superación fáctica de la antinomia entre lo individual y lo colectivo.
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